ISABEL GÓMEZ MACHADO
Sentarse a conversar con Isabel es tan dichoso como admirar su obra. En nuestros encuentros hemos hablado de la vida, los procesos, los amigos, los amores, los viajes, la pintura y el diseño. Las veces que he visitado su espacio, me ha fascinado poder observar y disfrutar los universos que hay en cada rincón. Se siente como entrar a una galería llena de fotos, recuerdos, historias, plantas y pinturas. Isabel trata los temas de los que habla de formas muy poéticas y hermosas y los procesos creativos que desarrolla para generar su obra me parecen bellos en su totalidad. Siempre es un honor charlar, acercarse a su trabajo y deleitarse con sus ideas. Me alegra el corazón poder compartir acá un poco de eso que habita en ella, hablar sobre las memorias, la inspiración y la felicidad. Brindo por que vengan muchos más encuentros y que podamos seguir disfrutando de sus creaciones. Salud.
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Isa. Me gustaría comenzar preguntándote sobre alguna memoria que atesores de tu infancia.
Cuando estaba pequeña mi papá hizo una casa en un árbol. Él compró un lote que fue su proyecto de vida y que con el tiempo iba a convertir en la finca, la idea de él era empezar de a poquito. Entonces, hizo una casa en el árbol y esa fue nuestra casa por muchos años, como por 5 años. Yo creo que yo tenía por ahí 8 años más o menos cuando esto estaba pasando. Es una edad llamémosla ‘primitiva’, pues porque todo es curiosidad, todo es buscar, todo es observar entonces a mí me gusta pensar que a mí me crio ese árbol y que yo crecí en un árbol. Yo soy de ciudad, pero íbamos todos los fines de semana, nos quedábamos temporadas largas y no había mucho para hacer. Era un lote peludo. Había una ceiba gigante, hermosa hermosa hermosa y el quiosco era una plancha de madera con unas barandas de guadua y un techo de paja. El baño era lo único que tenía ladrillo.
Mis recuerdos más hermosos eran las tormentas en ese quiosco. Eran unas tormentas super fuertes, de trópico, pues esto era en el suroeste. Todo lo que pasaba antes, durante y después de la tormenta era muy bello. El antes era empezar a prepararnos, uno sabía que cierta chicharra empezaba a sonar y avisaba que venía una tormenta. Empezábamos a organizarnos, a cocinar, nos metíamos todos al baño y prendíamos velas porque se iba la luz. Durante la tormenta todos éramos en el baño menos los más valientes que se quedaban afuera en el quiosco. Muy lindo todo. Nosotros íbamos mis hermanos que son dos, mis papas y mis dos abuelos por parte de mi mamá. Mis abuelos eran viejos, viejitos chuchumecos y mi abuela era este personaje super pinchada, de joyas allá en el suroeste, con el pelo embobado y maquillada. Yo me acuerdo mucho de ella sude que sude que sude y yo ahí ventilándola. Todo era muy charro porque ella era tranquiiiiila, sentada en la mitad del quiosco esperando que pasara la tormenta. Bueno y cuando la tormenta terminaba, era recoja, limpie, seque la casa, organice todo otra vez. También recuerdo los bichos que llegan después de la tormenta. En general esa época muy silvestre y virgen creo que marcó un rasgo muy fuerte de mi personalidad que es una sensibilidad que tengo con la naturaleza.
“Yo creo que yo tenía por ahí 8 años más o menos cuando esto estaba pasando. Es una edad llamémosla ‘primitiva’, pues porque todo es curiosidad, todo es buscar, todo es observar entonces a mí me gusta pensar que a mí me crio ese árbol y que yo crecí en un árbol”.
¿Cómo es tu relación con la nostalgia y los recuerdos?
Ha cambiado mucho. Yo creo que desde hace aproximadamente 5 años para acá me di cuenta que los recuerdos me podían victimizar, que podía ser dañino y doloroso recordar o anhelar. Hay una forma muy tóxica de anhelar al obsesionarse por no estar en el pasado. Y simplemente no… se olvida uno de agradecer por lo que vivió y se obsesiona por repetirlo y eso hace que uno no le abra espacio a lo nuevo que llega. Yo hablaba mucho de la nostalgia, la romantizaba. Me acuerdo que mi trabajo trataba sobre esos temas pero realmente eso me empezó a hacer mucho daño, se generaban unas tristezas que no tenían sentido. Entonces de un tiempo para acá, empecé a estudiar mucho más mis emociones, empecé a estudiar yo por qué siento esto o lo otro, me volví como muy racional, pero de una forma positiva. Yo siento que le tenemos mucho miedo a la razón, ¿no? Como que sentimos que es la mala del paseo, cuando la razón es el otro polo de la emoción y son como novios, cierto. Desde la razón empecé a buscar yo por qué sentía las cosas y llegaba la mayoría de las veces a la conclusión de que mis nostalgias eran simplemente porque sí. En ese movimiento, empecé a sentir un vacío de contenido como muy raro y dije ‘no pues es que aquí en los recuerdos tiene que haber mucho más que esta tristeza’. Ahora no hablo tanto de la nostalgia si no más bien como de un repaso de las cosas.
Hablando un poco más en profundidad sobre los objetos. ¿Cuál es tu relación con los objetos? ¿Y con los que habitan en tu casa?
También ha cambiado mucho. Me he dado cuenta al producir objetos con Aojo mi marca de autor, que me angustia mucho ponerle más peso a la tierra. A ver, yo creo que es un poco inocente pensar que no le damos peso a la tierra pues ya el existir es contaminar, solo existir es generar residuos, pero digamos que cuando empecé Aojo yo sentía culpa de estar produciendo cosas y de estar como agregándole otro peso más. Yo sé que no hay nada fuera de la tierra (pues hablando de la materia que nos rodea), pero al transformarla en un vestido o un qué se yo, un afiche, pues como que el peso es especial, diferente. Entonces verlo de esta forma me dio una conciencia (aunque no me gusta llamarlo conciencia), simplemente me llevó a una inclinación nueva de pensamiento y fue decidir hacer objetos que importen y hacer cantidades prudentes de esos objetos. Yo en Aojo no saco más de 20 cosas de una sola referencia. No siento que el planeta y que la gente necesite más de 20 camisetas iguales. Es como que ya, ya existió y si se lo perdió se lo perdió. De pronto es una mentira que me digo, pero pues de alguna forma me gusta vivir así.
Así mismo con las cosas que consigo. Entonces, aquí en mi espacio hay muy poquitas cosas que son nuevas. De hecho, acá en la sala-comedor, en todo esto que ves, lo único nuevo es ese sofá. Por nuevo me refiero a que lo compré yo. En general, todo me lo voy robando de mi mamá o son herencias. ‘Se murió yo no sé quién’ pues yo soy la primera que voy y veo si puedo robar algo. Me encantan los anticuarios me parece que son un modelo de negocio super necesario en este momento. La gente los pasa por encima porque probablemente son muy rococó o pasados de tendencia o lo que sea y yo pienso que ahí hay materia y se puede transformar.
Entonces mi relación con los objetos es por un lado transformarla y por otro darles hogar a las cosas. Me pasa siempre que voy a comprar una cosa que me siento culpable de alguna forma, pero es porque cada vez me voy dando cuenta que no necesito tanto de lo mismo o como que cada vez identifico más los caprichos. Ya tengo unos zapatos blancos por qué me voy a comprar otros blancos, cierto. No sé. Es como un respeto a los objetos que ya están. En estos días me acordé de un cuento que leí de una amiga que era sobre los vestidos que ella tenía en el closet, los personificaba y al hacerlo se sentía culpable porque pensaba que los vestidos que estaban más atrás se sentían mal porque ella no los usaba. Y yo siento un poco eso. Me empiezo a preguntar, si esto no lo he usado en un año por qué sigue acá conmigo… Alguien más lo podría tener, alguien más lo podría usar. Entonces yo trato de que todo lo que yo tenga, lo use. Que sea útil para todo. Eso es un problema porque soy super difícil para regalar. Regalarme algo debe ser muy duro.
Si. Comparto ese sentir. Además, no solo por todo lo que me acabas de contar con lo cual me siento muy identificada sino también porque siento que con el tiempo una desarrolla criterios estéticos por decirlo de alguna manera entonces me imagino que darme un regalo a mí también debe ser muy duro.
A mí me pasa eso también, lo de los criterios estéticos. Eso es como una fiebre. Tengo un amigo que le dice la enfermedad estética. Uno se vuelve super minucioso al escoger el pantalón, el zapato, la mesa, la cámara. Yo creo que tiene que ver también con que uno quiere ser prudente con esas decisiones de compra. Esas decisiones de ‘me llevo esto pa mi casa’. Yo pienso mucho en la atemporalidad de los objetos, para mí ese es el logro máximo del diseño, el reto máximo. Es muy difícil lograr un objeto atemporal. Definitivamente la única forma de no llenarse de cosas es ser inteligente a la hora de comprar, comprar cosas que duren mucho, en temas de diseño, de tendencia, de esto no va a pasar de moda nunca. Solo que somos por supuesto, unas victimas más del correr del consumo entonces como que es difícil seguirle el paso a la atemporalidad.
“Me encantan los anticuarios me parece que son un modelo de negocio super necesario en este momento. La gente los pasa por encima porque probablemente son muy rococó o pasados de tendencia o lo que sea y yo pienso que ahí hay materia y se puede transformar”.
¿Y cómo sientes que es la relación que se construye con los objetos en torno a tu obra?
A lo que me refiero es, sientes que los objetos que rodean tu espacio de trabajo o el espacio que habitas te estimulan para crear o viceversa, sientes que tu obra estimula la manera en la que están dispuestas las cosas en los espacios que habitas.
Sí. Cien por ciento. Los objetos que me rodean en el momento de la creación intento que sean muy limpios visualmente. Mi lugar ideal para trabajar sería un estudio muy muy limpio, que no tuviera casi información visual, porque empieza a hacer contrapeso con lo que quiero decir. Lograr eso es difícil porque mi casa está llena, tiene muchas cosas y muchos colores. Al final también los objetos que uno tiene en la casa de cierta forma hacen parte de uno. Pero con el tiempo, si he identificado que mi situación ideal para pintar sería esa, limpia.
Igualmente, si siento que (y esto me encanta) las cosas que yo tengo en mi casa, ciertos objetos en particular son extensiones de mis pinturas. Lo mismo por ejemplo con la ropa que escojo o los colores que hay acá, este amarillo, el verde del sofá. Por mucho tiempo yo pensaba que lo que me gustaba era la estética más silente, sublime, el beige, el roble, como muy limpia. Pero yo en un momento dije ‘no es que esto no soy yo’. Me empecé a dar cuenta que yo compraba un salero amarillo, unas las velas rojas, un sofá verde. Me di cuenta que me gustan mucho los colores y siento que ese tipo de decisiones o reflexiones han sido porque los cuadros se extienden también a ese plano cotidiano.
En tu obra suelo encontrarme con escenas de la vida cotidiana. Me gustaría charlar un poco sobre eso.
Realmente las escenas cotidianas son… es muy raro. La idea de cotidianidad que tiene cada uno es distinta, pero por alguna razón todos entendemos algo cotidiano como cotidiano, cierto. Para mí lo cotidiano puede ser un patio de ropas, pero para ti puede ser tu pareja o unas flores, por ejemplo.
Existe un misterio muy bonito en la selección visual que uno tiene que a mí me gusta dejar en misterio. Algún día lo voy a analizar, pero por ahora cuando algo me atrae yo no me pregunto por qué. Aunque últimamente he podido ver por ejemplo la razón por la que me atraen las mujeres en situaciones cotidianas en espacios domésticos. Yo no me había dado cuenta que hacían parte de algo que yo quería hacer visible a través de mis pinturas. Hablar sobre este contexto de la madre tradicional colombiana, que yo creo que se ha ido transformando definitivamente con nuestra generación, pero que existió. Quizás fueron nuestras madres, abuelas, bisabuelas las que vivieron silenciadas por su matrimonio, su maternidad o por el rol que hubieran tenido que cumplir por el simple hecho de ser mujer. Yo no me había dado cuenta que esas escenas me atraían era por eso específicamente. Tenía cierta rabia con el peso masculino en la cotidianidad entonces decidí expresarlo por medio del reposo de estas mujeres en sus espacios domésticos, como una pequeña revolución a esta idea capitalista de que lo único visible no es lo que produce, lo único visible no es el que va y trabaja, lo único que existe no es lo que se vende, lo que se compra o lo que se mueve. Entonces yo pensaba mucho en las mujeres quietas en sus casas, en unas escenas preciosas de reposo, imaginando a mi abuela, a mi bisabuela. Yo siento que estas mujeres son tan importantes como cualquier hombre que provee o cualquier hombre que trabaja. Ya es muy distinta nuestra generación, pero nosotros recibimos una herencia super importante sobre eso, entonces me fui dando cuenta que la cotidianidad que yo retrataba era más bien como una pataleta de yo querer mostrar ciertas cosas.
Lo lindo también de las fijaciones estéticas es que se van develando con el tiempo. Yo no le metía misterio a lo que yo que pintaba, simplemente se fue manifestando y me fui dando cuenta con el tiempo.
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¿Cómo entiendes tu la inspiración? ¿Qué es eso para ti?
Yo creo que uno tiene épocas en cuanto a la inspiración. Siento que es muy difícil pedirle al espíritu o a la mente que esté conectado todo el tiempo con una fuente creativa. Uno tiene momentos en el año en el que está dormido y eso es súper importante para el momento de creación. De hecho, yo he invocado muchas veces esos momentos de ‘no ser’ para que se genere una limpieza de archivos mentales que uno tiene, para poder uno resetearse. Esos momentos de ‘no ser’ son maravillosos, uno ni pinta, ni dibuja, ni observa. Yo creo que a veces uno se satura de mucha información, de muchas cosas. Todo el tiempo están pasando cosas, todo el tiempo hay artistas haciendo esto, todo el tiempo hay propuestas y uno a veces se pierde ahí y termina o copiando o sin entender que es lo que quiere decir.
Entonces para mí la inspiración llega de alguna forma cuando ya estoy lista para recibirla, hacer esa apertura y es escucharme muy bien. Saber cuando quiero dormir o cuando quiero hacer. Y cuando quiero hacer, ya tengo muchos métodos para apoyarme. Generalmente salgo al sol o me pongo a ver cierto tipo de películas, leo ciertos libros, hablo con ciertas personas. La inspiración para mí es mentira que está en mí y que solo está en mí. Tampoco es que está en la naturaleza, en lo inalcanzable o en buscar referentes todo el tiempo. Está aquí. Yo puedo hablar con mi mamá y ya pum, yo puedo cocinar algo y llega, pero no llega como un chispazo divino como ‘wow me llegó la inspiración’. Si no que más bien uno todo el tiempo está tomando decisiones inconscientes y si uno se conoce muy bien y se escucha muy bien esas decisiones que toma son para ir como engordando un archivo visual y ese archivo de cosas es el que uno necesita para después tener ideas. Entonces me gusta pensar que si uno se cuida y uno se escucha uno va generando un universo muy propio que es uno mismo y ese universo va conversando y va generando archivo de ideas. Entonces creo que la inspiración es una consecuencia de ser muy honesto con el consumo. Ser honesto con lo que a uno le gusta.
“Entonces me gusta pensar que si uno se cuida y uno se escucha uno va generando un universo muy propio que es uno mismo y ese universo va conversando y va generando archivo de ideas”.
Me llama mucho la relación que tienes (que no sé si es una relación mística, religiosa, espiritual) con el universo. Yo te veo en esa espiritualidad que es tuya, es propia, no la he visto en otras personas, eres tu. Entonces, justo un amigo que entrevisté el año pasado tenía un altar y yo estaba fascinada con ese altar y hoy llegué a tu casa y tu tienes un altar y ahora estoy fascinada con este altar. Quisiera saber si tienes algunos rituales (que me imagino que sí y percibo que son varios), ya sea para evocar, cerrar, abrir, conectarte. Charlar también sobre la importancia de un altar en tu vida, porque esto que yo veo es una belleza completa.
Bueno yo llevo dos años leyendo tarot. Le he cogido un cariño inmenso. El tarot es una conversación que además de ser delicioso visualmente, es muy rico para sentarse a ver uno como está. Es poder chequear que ha pasado, como me siento, preguntarse si uno quiere esto o no. El tarot te lo dice. No lo tomo como un tema de adivinar, no lo uso para eso. Lo uso como una guía que me refleja cosas que yo quizás no tenga la herramienta de lenguaje para poder descifrar. Entonces el tarot es uno de esos rituales. Lo leo mucho. Trato de sacar una carta todos los días y durante todo el día la tengo presente. Por ejemplo, sale la fuerza, la pongo al lado del computador donde trabajo y la miro todo el tiempo y mientras trabajo busco audios de la fuerza o cuando tengo tiempo libre en el día investigo más sobre esa carta y bueno eso se expande infinito en el pasar del día. Yo creo que eso es lo que llena mis tiempos libres.
Mas allá de una especie de religión o de un sistema de creencias, es como que la simbología me ha abierto el universo de una forma super bonita al darme cuenta que todos tenemos los mismos símbolos ahí, al frente. El universo todo el tiempo está comunicándose a través de símbolos. Lo que soñamos, lo que vemos, las personas que nos encontramos que son ciertos arquetipos y eso es muy lindo porque uno todo el tiempo está haciendo lecturas del mundo, no solamente cuando uno se sienta a hacer tarot. Esa lectura del mundo me ha hecho conocerme muchísimo y me lleva a ciertos rituales. Por ejemplo, yo en estos momentos tengo las cartas más abundantes del tarot en el altar pues recién lancé la colección de Aojo y siempre le pongo cartas. Le pongo el emperador, la rueda de la fortuna, las más abundantes y le prendo velita.
También rezo y hablo mucho con mis ancestras. En este momento son ellas quienes lideran mi proyecto y de alguna forma yo quiero pensar que son ellas quienes me están diciendo que hacer. Estoy trabajando en una exposición sobre la historia de una ancestra que tuvo una maternidad muy fuerte pues tuvo muchos hijos y ella no quería ser mamá, pero le tocó ser mamá de 12 pelaos. Yo la tengo en un super altar y hablo con ella. No tengo fotos entonces la pinté en un retrato y esa es la imagen con la que yo converso. Siento que esa ancestra tenía ese rol de mujer del que hablábamos que no le permitió desarrollarse libremente y yo de alguna forma siento que debo desarrollarlo en esta vida. No estoy diciendo que yo sea una reencarnación de ella, no. Pero siento que son historias que se quedan digamos sin terminar y que a través de la obra me gusta terminarlas. Entonces es loco porque este misticismo no se queda en la cotidianidad, si no también, se pasa a las pinturas. Esto es algo que realmente mucha gente no sabe y que es un poco delicado porque hay personas muy ácidas con el misticismo y con todo esto, pero pues a mí no me importa.
Hoy en este altar estaba invocando abundancia con maíz, monedas y una vela roja. Va cambiando todo el tiempo dependiendo de lo que quiera llamar. Yo considero que si es muy importante tener esa conexión espiritual con lo que sea, es que realmente a mi quien me va a regañar por rezarle a la virgen guadalupana o a mi ancestra. Yo ya no estoy más en el colegio para que me digan que es que le tengo que rezar a la virgen María. Yo puedo hacer la colección de símbolos que quiera y eso esta super bien y me parece muy importante porque eso empieza a encaminar el pensamiento hacia lo que uno quiera. Por ejemplo, el tema con la abundancia, yo siento que es super importante saber que llamar la abundancia no es solo llamar dinero, también es llamar flores, es llamar encuentros con amigos, es llamar el júbilo, la dicha, el sol. En general tener una buena expectativa frente a la vida y conectarse cuando a uno le sale un proyecto. Cuando eso pasa yo digo ‘bueno listo, va a salir’ le pongo una carta del tarot a la pantalla y pienso con fuerza que va a salir y sale. Últimamente he tenido una racha de una muy buena suerte, pero siento que es porque me he encargado de comunicarme conmigo y con el universo de cierta forma.
¿Cómo se siente la felicidad?
La felicidad es poder pintar y vivir de ello. Ahí vamos. Es muy difícil, muy muy difícil. Pero para mí ese es el sonido más hermoso, el olor más delicioso, la sensación más maravillosa. Yo me siento muy afortunada de haber encontrado un medio que me da eso, para mí la felicidad más grande es pintar. Es estar pintando tranquila, en mi casa, con un vinito, escuchando la música que más me guste. También la felicidad es estar en mi casa y mi casa es donde yo pueda pintar. Mi casa es donde estén mis gatas, donde pueda regar las plantas. Está muy relacionado con ese estado de soledad que es muy rica. Ese que uno dice ‘que es esta casita, esto es mío, el gato esta por allá dormido, las matas crecen’. Ay las matas… cuando le florece a uno una mata… a mí en estos días me floreció el naranjo y yo no lo podía creer. Yo sentía que no podía de la felicidad, pensaba es lo mejor que me ha pasado en la semana que me haya florecido el naranjo. Es que que a uno le florezca algo que uno ha trabajado y cuidado es la dicha máxima. Entonces la felicidad son esas dos cosas, pintar y que le florezcan a uno las matas. ¡Ah! Y almorzar con los amigos. Si, la felicidad son esas tres cosas.